Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber
qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido.
Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una
verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de
hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad
podía venir de la inconsciencia y de la locura.
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