- En eso estoy conforme ?dijo Andrés-. La voluntad, el deseo de
vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es
mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto
es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por
conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una
evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya
necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para
morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque
no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien
Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación
de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le
rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el
pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses
cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la
ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el
instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de
mentira que se necesita para la vida. ¿Se ríe usted?
- Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día está dicho nada menos que en la Biblia.
- ¡Bah!
- Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del Paraíso
había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien
y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos
santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice
cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le
dijo Dios a Adán?
- No recuerdo, la verdad.
- Pues al tenerlo a Adán delante, le dijo: ?Puedes comer todos los
frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal, porque el día que tú comas ese fruto morirás de muerte?
Y Dios, seguramente, añadió: ?Comed del árbol de la vida, sed bestias,
sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no
comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una
tendencia a mejorar que os destruirá?. ¿No es un consejo admirable?
- Sí, un consejo digno de un accionista de Banco- repuso Andrés.
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